jueves, 13 de noviembre de 2014

PODEMOS

Reconozco que, como a todos los españoles, aunque no a todos por las mismas razones, me interesa el fenómeno “Podemos”. Me parece asombroso que un grupo de treintañeros, tan bien preparados como desconocidos hace apenas medio año, sea hoy la opción política más pujante y de mayor aceptación por la ciudadanía, relegando a puestos de escasa importancia a partidos como Izquierda Unida y UPyD, y disputándole al Partido Popular y al PSOE el primer lugar en intención de voto de cara a las próximas convocatorias electorales. Y amenazando así con acabar con el eterno bipartidismo que ha dominado la vida política de nuestro país desde que podemos elgir a nuestros gobiernos.
            Está claro que el fenómeno ha sorprendido a todos, y muy especialmente a los políticos; a los que están en el gobierno, a los que están en la oposición, y a los que no acaban de decidir dónde están. Pero también a los periodistas de todas las tendencias y a otros líderes de opinión. Y también a los empresarios y a los banqueros. Y todos, como si, por una vez, estuvieran en el mismo barco, coinciden en ver en Podemos un peligro para el sistema.
            A su líder, de nombre tan políticamente evocador como Pablo Iglesias, lo acusan de todo para desprestigiarlo, y parece que cuanto más se empeñan en esa estrategia, más adeptos gana. Lo tachan de populista y de tener estrechas relaciones con regímenes tan dudosos como Venezuela o Irán. Lo tildan de proetrra, de comunista, y de no sé que más. Pero, hasta hoy, no consiguen reducir, más bien al contrario, el altísimo grado de simpatía que sigue recibiendo de los ciudadanos de todos los estratos e ideologías. Hay quien dice que un gran empresario del mundo de la comunicación inventó todo esto para disgregar a la izquierda, y que se le ha ido de las manos. Y que ahora no saben cómo reconducir tan amenazante situación.     

            Tengo un amigo que no es político ni politólogo, ni periodista ni sociólogo, ni gran empresario, ni nada de todo eso. Pero es muy observador y no tiene un pelo de tonto. Él cree que el fenómeno Podemos ha surgido, sobre todo, como respuesta aglutinante del descontento anónimo y general ante las medidas políticas adoptadas por la crisis, que han recaído sólo en los más  desfavorecidos y en las clases medias y no en quién provocó la crisis ni en quien está adoptado esas medidas, y ante los terribles casos de corrupción político-empresarial que nos asaltan diariamente. Y dice que, si los gobernantes y los poderes económico-financieros que gobiernan a los gobernantes quieren desactivar definitivamente a los muchachos de Podemos, sólo tienen que deshacer las cosas que han provocado su surgimiento y alientan su imparable ascenso. Es decir, por ejemplo, que los casos de corrupción dejen de estar intencionadamente impunes, que las consecuencias de la crisis dejen de ser pagadas sólo por los trabajadores y los parados, que cambien leyes tan injustas como la que permite a los bancos desahuciar y obligar a los desahuciados a seguir pagando las hipotecas, o la del aforamiento de políticos y magistrados, o que las grandes fortunas paguen impuestos y dejen de evadir capitales a paraísos fiscales, y un larguísimo etcétera que no cabe en este catalejo. Y sostiene mi amigo que si esto se fuera haciendo, aunque fuera poco a poco, seguramente el fenómeno Podemos iría perdiendo a la vez su razón de ser y al poco desaparecería. Y todos tan contentos. Eso dice mi amigo. Pero qué sabe él de eso, por muy listo que sea, si no es político ni politólogo, ni periodista ni sociólogo, ni nada de nada.

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