jueves, 6 de marzo de 2014

DE HOMBRES Y PERROS

Observo desde hace tiempo en Albacete una afición por los perros nada común. No es sólo que haya aumentado el número de ciudadanos paseando sus mascotas por parques y calles, sino que se aprecia una afecto por estos animales que, al menos yo, no percibía antes.
Reconozco que yo tengo perro y le profeso una querencia que espero que sea al menos proporcional a la que él me demuestra, que llevo tiempo deseando dedicarle este minuto y medio, y que no acababa de decidirme porque siempre he creído que quien no tiene o no ha tenido perro no puede entender ni aceptar fácilmente lo que decimos los que sí tenemos. Al contrario, lo más probable es que piensen que estamos locos de remate.
En todo caso, algunos hechos que me han ocurrido últimamente me han animado por fin a decidirme. Les cuento uno de esos hechos: volvíamos Nelson -que es como se llama mi perro- y yo del parque, y en Octavio Cuartero me encuentro con un amigo, Jose, que no sabía que yo tenía esta mascota. Estuvimos parados, hablando casi una hora, lo que nunca antes me había sucedido con este amigo. Por supuesto, el tema de conversación fue los perros. Yo  tampoco sabía que él también tenía, y más de uno, repartidos entre su casa y en una parcela familiar. El caso es que no cesó de acariciar a Nelson y alabar la alegría y la nobleza con que el animal respondía a sus mimos, y yo no había visto antes a Jose tan simpático y tan amable. Me recomendó, y no sólo por la alusión a los canes, la lectura de El hombre que amaba a los perros del cubano  Leonardo Padura.
Días después, otro amigo común me decía que había estado con Jose y cómo éste, tras comentarle sobre nuestro encuentro y nuestro común aprecio a los perros, se deshacía en elogios hacia mi persona por ser propietario y cuidar tan bien a uno de ellos. Admito que en principio me molestó que se tuviera una opinión de mí dependiendo que tuviera perro o no, o de que lo cuidara mejor o peor, pero después pensé que quizás a mí me había ocurrido lo mismo respecto a él.

Para terminar, aprovecho para recordar a mis compañeros Desi, Paco y Fran, que todavía no participan de este afecto, que los restos de perros sobre las aceras son culpa de los propietarios y no de los perrillos, y que esto no les impida, cuando las circunstancias sean propicias, acoger a uno de ellos. Y cuando esto ocurra, espero que no tengan demasiados motivos para recurrir al clásico Diógenes de Sinope en lo de cuanto más conozco a la gente, más quiero a mi perro.
EL CATALEJO. RADIO CHINCHILLA,
jueves, 6 de marzo de 2014.

No hay comentarios:

Publicar un comentario