jueves, 29 de enero de 2015

EL QUIJOTE 3: "MADRID, 1605."

¿Cómo fue el proceso de publicación de “El Quijote”? ¿Qué tribulaciones tendría que sortear Cervantes para que alguien, allá a principios del siglo XVII, se interesara en publicar esa gruesa historia de un viejo chiflado que imitaba a los idílicos héroes pintados en las inverosímiles historias de caballerías de épocas anteriores? Cervantes, hasta después de El Quijote, no fue un escritor de éxito. Ni era popular ni pudo vivir de las ventas de sus libros. Él mismo se consideraba un fracasado en esto de la literatura. No pudo triunfar en lo que entonces daba la fama como escritor, que era la poesía y, sobre todo, el teatro. Es fácil suponer, por tanto, que sus obras no fueran precisamente de las más demandadas por el público o los editores.
Por otra parte, ¿qué responsabilidad, qué protagonismo pudieron tener Juan de la Cuesta y Francisco de Robles, impresor y editor, respectivamente, para que el libro fuera editado como lo fue en 1605 y 1615? ¿Qué indicaciones siguieron, si siguieron algunas, de Cervantes, o de alguna otra persona con autoridad para permitir o impedir la publicación de libros en aquella época?
En la novela “Madrid, 1605”, publicada en Algaida, en 2012, Eloy M. Cebrián y Francisco Mendoza, coautores de la misma, fantasean con éstas y otras muchas preguntas y suponen posibles respuestas. La novela cuenta dos historias, separadas por 4 siglos y unidas por el descubrimiento de un manuscrito que describe, por alguien que lo vivió, los trabajos y penalidades que hubo de sufrir Cervantes para ver publicada la primera parte de El Quijote. Las dos historias están magistral, perfectamente imbricadas, contadas por voces y narradores distintos aunque dependientes, unos dentro y a partir de otros, y siempre siguiendo un hilo conductor que en todo momento tira de nuestra atención y nuestro interés para seguir leyendo, explotando así esos recursos y técnicas que, precisamente, “inventó” el genio alcalaíno, y con los que dio los primeros pasos en el camino del género que hoy llamamos “novela”.
Apunto  como detalle ciertamente interesante, que el protagonista principal de “Madrid, 1605”, Erasmo de Mendoza, un profesor jubilado, bibliófilo empedernido, es trasunto de uno de sus autores, el profesor jubilado, bibliófilo no menos empedernido, Francisco Mendoza Díaz-Maroto, afincado en nuestra ciudad desde los años 70.

“Madrid, 1605” es una gran novela, ingeniosa, deliciosamente elaborada, altamente entretenida, cuya lectura podría impulsar a quienes no lo hayan hecho aún, a leer la obra cervantina, ya que es, ante todo, un tributo personal y un genial acto de amor de dos cualificados amantes de los libros hacia éste, sublime, inagotable e imperecedero que es “El Quijote”.

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